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A Spanish Sacrament meeting talk


Following is a talk I gave in the Spanish Ward (Barrio 20), addressing our relationship with Heavenly Father:

Queridos hermanos y hermanas:

Estoy muy agradecido por esta oportunidad de hablar hoy en nuestra Reunión Sacramental. Estoy agradecido al obispado por haberme pedido compartir mis pensamientos acerca de nuestro Padre Celestial y nuestra relación con El. Antes de comenzar, quiero decirles que la Hermana Taylor y yo estamos muy felices y contentos de servir en este barrio. Esta oportunidad ha sido una de las  bendiciones grandes en nuestras vidas. Lo que ustedes nos han compartido con mi esposa y conmigo va más allá de lo que hemos compartido con Uds. Su fe, su amor, su servicio a los demás, y su aceptación permanecerán en nuestros corazones y en nuestros recuerdos para el resto de nuestras vidas. Me encantan los Hombres Jóvenes con quienes puedo trabajar, y siento una gran alegría al verles crecer en fe y testimonio. Sé que van a ser muy buenos misioneros para el Señor y para Su iglesia, y dignos representantes del Salvador. Gracias, hermanos, por su ejemplo y su amor.

Me siento humilde al hablar de nuestro Padre Celestial y de su bondad y grandeza.  Realmente, amo mucho a mi Padre Celestial, y estoy agradecido por la oportunidad de dar testimonio de El.  En nuestro primer Artículo de Fe, se nos enseña que ‘creemos en Dios el Eterno Padre.’… Creo personalmente, sin lugar a dudas, en nuestro Padre Celestial. Yo sé que Él es mi padre, y su Padre–es el Padre de nuestros espíritus. Él es el Gran Creador. Él es el Soberano de todos los mundos–incluyendo el nuestro. Él supervisó la creación de esta tierra en la que vivimos, y la hizo con el fin de proporcionarnos un lugar adecuado para vivir y crecer y para llevar una vida digna y así honrarlo. Sé que hemos sido creados a su imagen. Él es personal. Él es real. Él está cerca de nosotros. Él nos conoce, nos ama. Él quiere que regresemos a vivir con él.

Él tiene un cuerpo de carne y huesos, tangible como nuestros cuerpos, pero El es perfecto, exaltado, glorificado, y eterno. Llena mi alma de gozo al saber que Su obra más importante es llevar a cabo nuestra exaltación y vida eterna. Todo lo que El hace es para nuestro beneficio, para bendecirnos, para elevarnos, y para animarnos. Mis preparativos para este discurso me hicieron pensar en los dones increíbles que nuestro Padre Celestial nos ha dado para bendecir nuestras vidas terrenales y para hacer posible nuestro regreso a Su presencia.

Me gustaría mencionar, en primer lugar, el don del Plan de Salvación. El Padre desea que vivamos con Él por la eternidad. Para hacer esto posible, se preparó un Plan de Salvación. El nos dio la oportunidad de venir a vivir a esta tierra, para mostrar nuestra obediencia, amor, devoción, humildad, y deseos de servir a nuestros semejantes. Él nos ama tanto que envió a su Hijo amado para romper las ligaduras de la muerte y para pagar por nuestros pecados. Este sacrificio es la máxima expresión del amor que El Padre Eterno tiene para nosotros. Después de una vida fiel y puro, podemos volver a estar con El en Su reino.

Segundo, nos dió el don del libre albedrío. Él quiere que todos regresemos a Su presencia, pero Él no nos va a obligar.  Él no quiere que seamos esclavos. El nos ha dado la bendición de elegir y mediante nuestras elecciones justas podemos mostrarle que seremos siervos obedientes y voluntariamente haremos Su voluntad. El sabía que con este don del albedrío, nosotros cometeríamos errores y haríamos malas decisiones. También sabía que necesitaríamos un Redentor para abrir el camino hacía el arrepentimiento y para mostrar Su misericordia para con nosotros. Él nos dió esta bendición singular gracias a la vida y el ministerio de nuestro Salvador, Jesucristo.

Tercero, nos ofrece el don de la exaltación. Él no solamente quiere que nosotros seamos siervos en Su reino. Más bien, El quiere que nosotros lleguemos a ser reyes y reinas, lideres en el reino. Él quiere que seamos como Él es. Él nos enseñó en Doctrina y Convenios que Él quiere darnos todo lo que tiene–y El tiene mucho. En verdad, El tiene todo.  ¡Qué gran bendición será el poder regresar a morar con nuestro Padre por haber llevado vidas dignas aquí en la tierra!

Cuarto, El nos ha dado el don incalculable del ejemplo de Su Hijo–el ejemplo que podemos seguir, que seguramente nos llevará de regreso a Su presencia. Él no nos envió aquí para andar a ciegas a lo largo de nuestro camino.  Gracias a Cristo, tenemos el ejemplo perfecto de amor, caridad, misericordia, paciencia, obediencia, fe, y servicio.  Como nos explica  en el Libro de Mormon, “…no habéis llegado hasta aquí sino por la palabra de Cristo, con fe inquebrantable en él, confiando íntegramente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar. Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres.  Por tanto, si marcháis adelante, deleitándose en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, Tendréis la vida eterna.”

Quinto, tenemos el gran don del Espíritu, el poder y la influencia que viene de Dios a través del Espíritu Santo, para guiar, dirigir, inspirar, revelar y enseñar. Nunca nos quedaremos sin la ayuda y guía divina. El Señor siempre está a la puerta, tocando y llamando. Tan sólo tenemos que abrir la puerta y dejar que El y Su Espíritu entren en nuestras vidas. El Señor nos ha prometido que nunca nos tocará enfrentar a un desafío, una tentación o una dificultad que no podemos superar.  Por supuesto, con Su ayuda, lo podemos hacer. ¡Qué gran consuelo es este don en nuestra vida diaria!

Sexto, tenemos el don del amor personal del Padre Celestial para cada uno de nosotros. Él nos conoce y ama a cada uno de nosotros en forma individual.  Podemos tener una relación personal, cercana e íntima con El mediante la oración y la inspiración. Como una muestra del amor personal que el Padre tiene para nosotros, podemos recordar un evento muy dulce que ocurrió durante la Primera Visión de José Smith. Dios, en Su majestad y gloria, a pesar de las innumerables preocupaciones y obligaciones que El tenía, estaba consciente de un joven de catorce años, que vivía en una pequeña granja en las afueras de un pueblo pequeño en una parte remota del oeste de Nueva York, que deseaba saber a cual iglesia unirse. El Padre había visto su estudio de las Escrituras y  su deseo de obtener mayor sabiduría mediante una oración sincera. Estaba consciente de ese muchacho joven en una hermosa mañana de primavera mientras se dirigía a una arboleda a orar. Él y su amado Hijo estaban listos y deseosos para aparecer a ese joven y responder a su pregunta.  Quisiera mencionar que la primera palabra pronunciada por la boca del Creador de este mundo y el gobernante del universo era el nombre de José. Dios llamó a José Smith por su nombre. ¿Cómo creen que José Smith se sintió cuando oyó a Dios el Padre llamarle por su nombre? ¿El nos conoce? ¿Él nos ama? ¿El se preocupa por nuestras vidas personales? ¿Él escucha nuestras oraciones? La respuesta a todas estas preguntas es sí, lo hace.  Existe otra comprensión dulce que proviene de la Primera Visión. Obviamente, el Padre y el Hijo hablaron a José en el idioma inglés. No necesitaban un traductor. Es obvio que el Padre puede comunicarse con todos Sus hijos en su idioma natal. Si él habla el idioma Inglés, ciertamente habla muchos otros. Él nos ama tanto que puede escuchar de y comunicar con nosotros en nuestros idiomas.  El nos ama muchísimo.

Séptimo, tenemos el don de los profetas, los mensajeros personales de Dios que nos comuniquen Su voluntad, Sus enseñanzas,  Su consejo y Sus deseos que El tiene para nosotros. Siempre podemos confiar en nuestro profeta viviente. Sus mensajes y enseñanzas siempre reflejan la voluntad y la mente del Padre. Dios mismo dijo en  Doctrinas y Convenios — “…mi palabra no pasará, sino que toda será cumplida, sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo.” Y también dijo que los miembros de la iglesia y del mundo necesitan recibir las palabras del profeta “…como si viniera de mi propia boca”. Qué regalo grande y magnífico es el don de los profetas vivientes.

Octavo, tenemos el don de los mandamientos de Dios. No tenemos que preguntarnos o adivinar lo que debemos hacer aquí en la tierra. Él nos ha dicho específicamente y exactamente las cosas necesarias para volver a Su presencia. Él también nos ha dado la promesa increíble que se encuentra en D y C 82:10 — “Yo, El Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo, mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis.” Esta escritura es clara — los mandamientos del Señor no dejan lugar a dudas. En 2 Nefi nos enseña que — “…sois libres para obrar por vosotros mismos, para escoger la vía de la muerte interminable, o la vía de la vida eterna.” En realidad, los mandamientos nos libran de los efectos del pecado. Nos edifican, nos elevan y nos aseguran la libertad espiritual, emocional y temporal.

Noveno, tenemos el gran don de la verdadera Iglesia de Dios. En la iglesia, encontramos la hermandad y el amor de los santos. Encontramos todos los convenios, las promesas y las ordenanzas que  nos conducen a Dios. Cada semana escuchamos las palabras de verdad y de vida eterna y recibimos el consejo y el amor de nuestros líderes escogidos. En la iglesia encontramos el Sacerdocio, el poder de Dios dado a los hombres para actuar en Su nombre. En la iglesia encontramos oportunidades sin fin para el servicio permitiéndonos apoyar y levantarnos los unos a los otros. Esta Iglesia es una maravillosa bendición directamente de un Padre Celestial amoroso para marcar nuestro camino a la vida eterna.

Y décimo, hay que mencionar el don de la oración. ¡Qué cosa más maravillosa que nuestro Padre está listo a la hora que lo necesitemos para escuchar nuestras súplicas, para escuchar nuestras preocupaciones y para escuchar nuestras gracias! El está listo para enviarnos Su guía, Su amor y Su influencia para bendecir nuestras vidas. Cuando sentimos el amor de Dios mediante la oración,  hallamos  la capacidad de vivir cada día en acción de gracias por las muchas misericordias y bendiciones que El confiere sobre nosotros. Al orar con sinceridad, el Señor nos trae a nuestra conciencia nuestras muchas bendiciones y todo lo que el Señor ha hecho para nosotros Sus hijos.

Sabiendo lo mucho que el Señor nos ama, ¿qué podemos hacer para mostrar más plenamente nuestro amor por El? Para mí, una clave muy importante se encuentra en Alma 37, donde Alma nos aconseja: “…aprende en tu juventud a guardar los mandamientos de Dios!  Implora a Dios todo tu sostén, sean todos tus hechos en el Señor, y dondequiera que fueres, sea en el Señor, deja que todos tus pensamientos se dirijan al Señor, deja que los afectos de tu corazón se funden en el Señor para siempre, consulta al Señor en todos tus hechos, cuando te acuestes por las noche, acuéstate en el Señor, cuando te levantes por la mañana, rebose tu corazón de gratitud a Dios, si haces estas cosas, serás enaltecido en el postrer día.” Con un esfuerzo sincero y fiel, realmente podemos caminar por las sendas donde El quiere que caminemos, pensar como El quieren que pensemos, y servir como El quiere que servirnos.

Doy mi testimonio sincero de que Dios vive, de que somos Sus hijos, de que El tiene un interés personal por cada uno de nosotros, que Su mayor deseo para nosotros es que volvamos de nuevo a Su presencia para gozar de una felicidad eterna, que Cristo es el camino, la verdad, y la vida, y como digo el Rey Benjamin, necesitamos pensar “…en el bendito y feliz estado de aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Porque ellos son bendecidos en todas las cosas, tanto temporales como espirituales, y si continúan fieles hasta el fin, son recibidos en el cielo, para que así moren con Dios en un estado de interminable felicidad.  Recordad, hermanos, que estas cosas son verdaderas, porque el Señor Dios lo ha declarado.”

En el nombre sagrado de Jesucristo, Amen.


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